Jueves, 14 de Marzo de 2019

Cómo las bacterias intestinales nos hacen engordar o adelgazar

Nuestro intestino contiene cerca de 100 billones de microbios, que se conocen de forma colectiva como microbioma o flora intestinal.

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La flora intestinal es el resultado de lo que heredamos de nuestra madre al nacer, nuestra dieta, nuestro entorno y estilo de vida.

Está bien establecido que el intestino desempeña un papel en numerosos sistemas de nuestro cuerpo, incluyendo los vinculados a la digestión, el hambre y la saciedad, a través de múltiples mecanismos.

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Pero, ahora, investigadores están empezando a descubrir diferencias específicas entre los microbiomas de los obesos y la gente delgada, y han comenzado a desarrollar tratamientos personalizados para perder peso basándose en estos descubrimientos.

Esto significa que hay espacio para que entren en juego factores externos.

Pero mientras que hay muchas diferencias en las bacterias del intestino que pueden influir en el peso, científicos no entienden por qué, o incluso cuánto depende de los genes.

Diferencias en las bacterias
Algunas personas a dieta tienen más dificultad para perder peso que otras, a pesar de que siguen los pasos, y esto puede deberse a las bacterias en los intestinos.

Específicamente, a las enzimas que tienen dentro.

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Algunas bacterias intestinales son más eficientes a la hora de tomar energía de los carbohidratos, y eso hace que sea más fácil ganar peso.
"Lo que comemos nos llega a nosotros y a las bacterias dentro de nuestro intestino, que digieren parte de la comida que nosotros no podemos por falta de enzimas", explica Purna Kashyap, profesor asociado de la Clínica Mayo, y director del laboratorio Gut Microbioma.

"Estos procesos generan calorías adicionales que la flora intestinal puede devolvernos. Por eso es una relación de mutuo beneficio en la que la bacteria nos da más provecho por lo que comemos", dice.

Kashyap investigó si al cambiar a una dieta de bajas calorías las bacterias de la microbiota pueden ser más eficientes en tomar calorías de la comida, algo que sería útil cuando hay poca comida, pero podría afectar la pérdida de peso.

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En un estudio piloto, 26 participantes hicieron una dieta de bajas calorías rica en frutas y vegetales, y algunas personas no perdieron tanto peso como otras.

Un análisis de su flora intestinal reveló que los participantes tenían distintos niveles de dos tipos particulares de bacteria, y una de ellas, dialister, afectaba de forma negativa la pérdida de peso.

En aquellos que no pudieron perder peso, esta bacteria podía procesar carbohidratos y usar su energía más eficientemente, dice Kashyap.

Sin embargo, aclara, solo una fracción de la pérdida de peso puede ser controlada por estos microbios.

"Tiene sentido desde el punto de vista biológico que la bacteria pueda ser un impedimento, pero pueden jugar un rol pequeño ya que solo producen un número reducido de calorías".

La importancia de la diversidad
Si bien el estudio no pudo determinar de dónde viene la bacteria Dialister, una investigación mostró que algunas bacterias que provienen de nuestra dieta pueden de forma indirecta provocar un aumento de peso al cambiar el comportamiento de nuestra flora.

Investigadores analizaron el plasma sanguíneo y muestras de materia fecal de 600 personas obesas y no obesas y encontraron 19 metabolitos diferentes vinculados a cuatro tipos de bacteria de la flora intestinal que podrían generar aumento de peso, incluyendo glutamato, vinculado a la obesidad, y aminoácidos ramificados básicos y esenciales (BCAA, por sus siglas en inglés), asociados con una secreción elevada de insulina y riesgo de diabetes tipo 2, así como de enfermedades cardiovasculares.

Estos metabolitos pueden en parte estar determinados por el consumo de carne, según la investigadora Louise Brunkwall.

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El tomate es un alimento que, en algunas personas, puede provocar una subida marcada en su nivel de azúcar en la sangre.
"El patrón de metabolitos que identificamos contiene muchos BCAA, que se encuentran en productos animales. Esto concuerda con otras investigaciones que muestran que una ingesta alta en proteínas aumenta el riesgo de varias enfermedades".

Brunkwall dice que la investigación debe centrarse en cómo se puede modificar la composición del microbioma para reducir el riesgo de obesidad, así como en entender cómo es un microbioma sano y qué factores cambian su composición bacteriana.

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No hay aún una imagen clara de cuáles son las diferencias entre el microbioma de una persona obesa y el de una delgada, dice Oluf Pedersen, profesor de genética metabólica de la Universidad de Copenhague.

Peor lo que se ha establecido es la importancia de tener una flora intestinal diversa, con muchos tipos de bacterias.

Antibióticos
Pedersen y su equipo analizaron la flora intestinal de 123 personas no obesas y de 169 adultos obesos, y hallaron que el 23% de aquellos que tenían comparativamente poca diversidad eran más propensos a ser obesos, a tener resistencia a la insulina y un índice elevado de grasa en la sangre, todos factores que aumentan el riesgo de sufrir diabetes de tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

Aquellos que eran obesos y tenían poca diversidad bacteriana en la microbiota, ganaron mucho más peso en los últimos nueve años.

Pedersen dice que las razones por las que alguna gente tiene más diversidad en las bacterias del microbioma en comparación con otros se desconocen, pero se sabe que múltiples tratamientos con antibióticos pueden contribuir a una pérdida de bacterias que no vuelven a recuperarse completamente.

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Tampoco se sabe con certeza si la diversidad de bacterias es causa o consecuencia del aumento de peso. Sin embargo, hay evidencia de que el microbioma pueden influir en el metabolismo.

Los beneficios de las fibras
Un estudio halló que podemos aumentar la diversidad de bacterias en la flora intestinal aumentando la ingesta de fibras.

Cuando consumimos fibras, nuestro intestino las descomponen en ácidos grasos de cadena corta, incluyendo el butirato, un antiinflamatorio vinculando a la delgadez y una menor incidencia de enfermedades inflamatorias, explica Ana Valdés, autora del estudio y profesora asociada de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido.


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